Manchas de besos dulces que encontré en mi trayecto errante, hicieron recordar tu nombre que se cruzó en mí pensar. Me encanta enredarme en la estampa de tus esencias, pues tranquiliza mi andar y agitar mi latir. Tu mirada encrespa mi piel, pero con una basta para sentir tu
ternura celestial cubierta de tu cristalina amistad. Tus huellas de ideas se me pierden en las arenas de mi sentimiento, pues colocaste algunas palabras en los labios de mi pluma. No sólo el título de este párrafo es tuyo, os cedo el nacer de sonrisas que desparraman en la fuente de mi cariño para bañar la luz de tus ojos, ojos dichosos de sentir el murmullo de mi querer. Tus semillas de constancia, germinan en el campo de mi esperanza pues eres el Sol que ilumina el suelo de mi consuelo. Consuelo que respiro cuando me olvido del desierto de mi nostalgia, al tocar el calor de tus abrazos. Abrazos tan dulces como los dátiles que suavizan mi encrespada vida. Vida que encuentro en el Jardín de tu Amistad. Amistad tan fuerte como la sonrisa de un angel. Ángel que veo cuando navego en el mar de tu presencia. Presencia que me hechiza como el fulgor de mis líneas. Líneas escritas con el fuego que habita en mi corazón. No apagues esa luz, pues guía a otros que están en el galope de mi recorrido.
8/8/2003
Luis G
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